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Latinoamérica, ¿ahuyenta o atrae inversión en turismo?

Latinoamérica buscan tenderle la alfombra roja a la inversión extranjera en turismo, pero los problemas de crecimiento de la región son kryptonita.

La falacia del huevo o la gallina bien podría servir para ilustrar el dilema de la economía de Latinoamérica. ¿Qué está primero: el desarrollo o la llegada de la inversión extranjera? Si complejizamos aún más la cuestión: ¿Puede el sector turístico atraer los capitales necesarios para dinamizar la actividad y, al mismo tiempo, impulsar el progreso socioeconómico de la región?

Que el huevo estuvo antes que la gallina está más que claro. El resto de las preguntas, lamentablemente, no tienen respuesta, porque no existe una secuencia única entre los factores desarrollo e inversiones. Pero, al menos, estos interrogantes nos permitirán repasar qué está pasando con las inversiones en el sector en América Latina, por qué los gobiernos lo consideran algo estratégico y qué cosas juegan a favor y cuáles en contra de esa nueva mochila que carga con el lema “turismo=desarrollo”.

La mochila del desarrollo

Antes de empezar a hablar del turismo como motor de crecimiento e inversiones para la región, es importante ponerle números a esa pesada maleta que habría que cargar. Entre 2014 y 2023, América Latina y el Caribe tuvo un crecimiento promedio anual del PIB de solo el 0,9%, menos de la mitad de lo que creció la zona en la famosa década perdida de los años 80.

No casualmente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que la baja capacidad para crecer que afecta a la región la ha llevado a transitar una segunda década perdida, y que si no se toman medidas se encamina hacia un tercer decenio extraviado −advirtieron el 29 de enero pasado−. “Desde CEPAL vemos a la región sumida en tres grandes trampas del desarrollo: una de baja capacidad para crecer; una de alta desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social; y una tercera de bajas capacidades institucionales y de gobernanza poco efectiva”, explicó José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la entidad.

La inversión se desacelera

En ese contexto, los flujos de inversión extranjera directa llevan dos años consecutivos de caída y su peso en el PIB de la región también se redujo al 2,8%.

Volviendo al falso dilema del comienzo de la nota, el funcionario de CEPAL señaló: “La inversión extranjera directa puede ayudar a enfrentar las trampas de desarrollo en las que está sumida América Latina y el Caribe, sobre todo en su baja capacidad para crecer. Pero para ello se necesitan políticas que coloquen el énfasis no solo en la atracción de capitales, sino también en lo que sucede luego del establecimiento”.

Algo que la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) puntualizó sin ambages en el reciente Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe 2025 : “En lugar de simplemente darle más combustible a la economía, los responsables políticos necesitan mejorar su motor", dijo Kristalia Georgieva, para advertir que los desafíos de crecimiento de la región son estructurales, no cíclicos: “La baja inversión, la débil productividad y las barreras regulatorias obstaculizan el progreso”.

Lo cierto es que sin inversiones las metas de desarrollo que se le piden a la región se vuelven difícilmente alcanzables, y así podemos seguir mordiéndonos la cola otra década más. De hecho, un informe presentado en diciembre pasado por OCDE, CEPAL, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y la Comisión Europea concluyó que esta zona necesita atraer un estimado de US$ 99 mil millones al año para financiar un desarrollo sostenible.

¿Es el turismo un oasis para inversiones?

En ese contexto socioeconómico para la región no es extraño que la industria turística, con sus índices de competitividad e imagen muy por encima de la media de otras ramas, sea la niña mimada por su potencialidad para atraer inversiones y tirar del carro del desarrollo. El punto para dilucidar es cuánto de esa capacidad es efectivamente realizable y si el sector cuenta con autonomía para esquivar esas “trampas del desarrollo” de las que habla CEPAL.

Como siempre, antes de seguir avanzando, lo primero es tener en cuenta la diversidad del impacto del sector según la subregión que se analice. Por ejemplo, la economía del turismo representa el 26% del PIB del Caribe y el 10% del PIB de América Latina. Mientras que para el Caribe supone el 42% de las exportaciones y el 35% del empleo en el Caribe, en Latinoamérica representa solo el 10% en ambos casos.

Entre 2015 y 2024 en América Latina y el Caribe se realizaron 490 anuncios de inversión extranjera directa en proyectos “desde cero” (greenfield) en turismo, por un valor total de US$ 39.632 millones y una expectativa de generar 166.037 nuevos puestos de trabajo.

Claro que los efectos de la pandemia fueron letales para ese flujo. De hecho, la entrada de capitales disminuyó un 72% en 2021 y, si bien se recuperaron en 2022 y 2023, siguen por debajo de lo registrado en la prepandemia. O sea, el turismo no solo no es un oasis, sino que es extremadamente sensible a shocks externos.

Las necesidades de atraer inversiones

De todos modos, en el último quinquenio las cifras de la región no dejan de ser interesantes si tenemos en cuenta que de los 1983 proyectos de inversión extranjera a nivel mundial en turismo por US$ 106 mil millones, Latinoamérica y el Caribe recibió 212 anuncios, por US$ 20,5 mil millones. Según estas cifras de ONU Turismo, la zona se quedaría con el 10% de los desarrollos proyectados (una porción levemente mayor a la del flujo de arribos internacionales al área, que es del 9%).

“Las inversiones en el sector turístico son fundamentales para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo. A través de ellas, los destinos pueden desarrollar infraestructuras sostenibles y mejorar la calidad de vida de las comunidades locales, además de aportar innovación, tecnología y mejores prácticas”, afirmó Natalia Bayona, directora ejecutiva de ONU Turismo.

Lo mismo planteó Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF, quien en la última Fitur de Madrid recordó que frente al estancamiento del crecimiento de la zona, “el turismo es un vector esencial para ayudar a reducir la pobreza y recuperar el patrimonio cultural y natural”.

Pero al margen de su capacidad para tirar del carro del desarrollo, la industria turística tiene una necesidad primaria: recibir inversiones para contar con condiciones que le permitan recibir más viajeros. De hecho, pandemia mediante, los flujos de viajeros internacionales recibidos por la región recién alcanzaron en 2024 los volúmenes previos a 2019. Se estima que el año pasado se recibieron 111 millones de turistas. “No tengo dudas de que en cinco años vamos a duplicar esa cantidad”, vaticinó el secretario general de ONU Turismo, Zurab Pololikashvili, aunque advirtió: “Pero eso significa que tenemos que triplicar las inversiones en la región, en especial en infraestructuras y conectividad”.

Las oportunidades del turismo para los capitales

Históricamente la inversión extranjera directa en Latinoamérica y el Caribe ha estado −y continúa estándolo− concentrada en sectores y países que ofrecen recursos naturales o mano de obra relativamente barata.

Por eso, CEPAL y otros organismos insisten en que es importante diversificar y focalizar la atracción de capitales en áreas consideradas prioritarias para el desarrollo productivo sostenible de la región. Claramente, el turismo es una de ellas. No solo para CEPAL, que la definió como uno de los 14 sectores impulsores para la economía, sino también para CAF, que lanzó recientemente la Marca América Latina y el Caribe como una herramienta estratégica para atraer inversiones y posicionar a la región como un área de progreso capaz de ofrecer soluciones globales. Para ello, uno de los cuatro enfoques es promover un turismo responsable que fomente el crecimiento económico.

Una idea tras la cual no solo los organismos transnacionales están alineados. Varios países y agencias nacionales encargadas de promover inversiones han incluido al turismo entre los sectores “privilegiados” −junto con energías renovables, servicios globales y tecnología− para conseguir los capitales necesarios para aportar a su desarrollo sostenible.

De hecho, CEPAL hizo un mapeo de las instituciones de promoción de inversión y en al menos ocho países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay) esa selección de sector prioritario implica medidas concretas para atraer proyectos: desde exoneraciones fiscales, beneficios tributarios en zonas específicas y exenciones de IVA, hasta visas especiales para inversores o nómadas digitales.

El desafío de diversificar

No solo a nivel general la economía latinoamericana debe diversificar su capacidad de atraer inversiones. También el turismo debe hacerlo. Y no únicamente alentando proyectos en destinos alternativos, sino también incentivando proyectos de mejoras de las capacidades no solo de alojamiento.

Un ejemplo de cuán concentrada está la inversión extranjera en el subsector de alojamiento lo ofrece Brasil, que absorbe el 97% de los capitales en el desarrollo de 108 proyectos hoteleros en curso.

En este sentido, es muy interesante el trabajo de ONU Turismo y CAF para presentar guías de inversión específica para países de Latinoamérica y el Caribe, donde se destacan proyectos puntuales para la búsqueda de financiamiento. Estos no solo incluyen hoteles y resorts, sino planes maestros de turismo, centros de visitantes, retiros de bienestar y centros de conservación, entre otros. “Pretendemos expandir el enfoque más allá de las inversiones turísticas tradicionales, promoviendo proyectos que mejoren todo tipo de habilitadores, como planes de distribución de energía, puertos, teleféricos o infraestructura de ingeniería civil.

Los lanzamientos más recientes fueron las guías de Brasil y Panamá, presentadas en la última Fitur, que se sumaron a las de Chile, Ecuador, Uruguay, Perú, Guatemala, El Salvador, Colombia, República Dominicana y Paraguay.

Estos documentos proporcionan información detallada sobre la situación económica general de cada país, los marcos normativos e incentivos a la inversión, así como los principales activos y ventajas diferenciales en materia de turismo sostenible. Incluso se detallan proyectos en cada país que están buscando financiamiento para una amplia gama de iniciativas.

Descargue las Guías de Inversión Turística específicas para turismo de CAF y ONU Turismo

Una marca para la región

CAF −banco de desarrollo de América Latina y el Caribe− presentó en el marco de Fitur 2025, la Marca América Latina y el Caribe. La iniciativa pretende consolidar a la región como un referente global en términos de sostenibilidad, turismo e inversión, destacando su potencial para ofrecer soluciones innovadoras a los grandes desafíos globales.

“La Marca Región refleja el creciente interés por las oportunidades que América Latina y el Caribe tienen para ofrecer al mundo. Es un destino único, no solo por su biodiversidad y paisajes naturales, sino también por su cultura, historia y calidez de su gente, lo que la convierte en un lugar atractivo tanto para los turistas como para los inversionistas. Esta marca tiene el potencial de posicionar a la región como una de las principales opciones de turismo a nivel global, no solo en términos de cantidad de visitantes, sino también en términos de calidad y sostenibilidad de las experiencias turísticas ofrecidas”, planteó Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF.

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Captando inversiones verdes

Todos los organismos transnacionales coinciden en que una de las posibilidades que tiene la región para movilizar recursos en favor de su desarrollo está en la sostenibilidad, alineando sus ventajas en biodiversidad con los intereses de las empresas que buscan soluciones para cumplir con la agenda climática.

En el Foro Económico Internacional de enero, Alicia Montalvo, gerenta de Acción Climática de CAF, destacó que, en un momento en que el liderazgo internacional a nivel ambiental está marcado por la incertidumbre, “la región ha demostrado tener una voz influyente, especialmente en materia de cambio climático, transición energética y protección de la biodiversidad”.

Astrid Schomaker, secretaria ejecutiva de PNUMA, recordó que el riesgo asociado a cuestiones naturales está entre los 10 principales desafíos que enfrentan las empresas en todo el mundo y que US$ 44 billones de la economía mundial dependen de que la naturaleza se mantenga saludable. “Es momento de reconocer esta realidad, de que los gobiernos tiendan la mano a las organizaciones para que inviertan bajo esta perspectiva y que las corporaciones asuman su responsabilidad en este problema”, declaró.

Finanzas verdes

¿Por qué lo dicho sería una ventaja para Latinoamérica y el Caribe e incluso para el turismo? Vayamos por partes. “El potencial de inversión en la región es altísimo en áreas como cadenas de producción alimentaria sostenible y turismo, además de contar con la matriz energética más limpia de todos los continentes. Por ello, debemos seguir avanzando en la creación de espacios para aprovechar estas oportunidades y no perder los próximos años, que sabemos que serán de crecimiento económico global”, explicó Mario Pardo, presidente ejecutivo de BBVA Colombia.

Efectivamente, las llamadas “finanzas verdes” es otra área a través de la cual indirectamente el turismo se puede ver beneficiado. Ecuador, por ejemplo, realizó en 2023 un histórico canje de deuda externa por conservación, convirtiendo US$ 1.600 millones en un nuevo bono azul por US$ 656 millones. Este acuerdo redujo la carga financiera del país y destinó un ahorro estimado de US$ 450 millones a la conservación del ecosistema marino de las Galápagos durante los próximos 18 años.

Barbados hizo algo similar en 2022, convirtiendo deuda por un compromiso de conservación de los océanos y fortalecer su sistema de áreas protegidas.

Este tipo de acuerdos, conocidos como “canjes de deuda por naturaleza”, permiten liberar recursos que, en lugar de destinarse al pago de deuda externa, se utilizan para financiar proyectos de protección ambiental y biodiversidad. También permiten movilizar inversión pública y privada. Demás está decir que en última instancia los beneficiarios son los destinos y comunidades que, generalmente, viven del turismo.

Claro que estos instrumentos son nuevos y complejos. Faltan crear marcos normativos armonizados y mecanismos fiables de monitoreo para evitar casos de green washing.

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