Las Olimpíadas, las primeras que se disputan en un país sudamericano, acaban de realizarse en un momento muy especial para Brasil, agobiado por la peor crisis política y económica de los últimos tiempos. De hecho, una encuesta de Datafolha reveló que el 63% de los brasileños piensa que el evento no va a dejar saldos positivos.
Según la Universidad de Oxford, los Juegos costaron US$ 4,6 mil millones, un 51% más que la cifra calculada en el presupuesto inicial. El estudio concluyó que se trató "del megaproyecto más oneroso y financieramente arriesgado que una ciudad podía realizar". Advirtió además que sobrecostos similares hundieron a Montreal en una deuda de 30 años y en el caso de Atenas golpearon a Grecia con una crisis financiera y de endeudamiento que se extendió casi una década.
Si bien es cierto que exponer los atractivos turísticos de la urbe a millones de televidentes en el mundo y a unos 500 mil visitantes internacionales es un intangible de gran valor, el punto es si tamaña inversión tiene el retorno correspondiente.
Aún es pronto para saber si algunas construcciones especiales de Río se convertirán en elefantes blancos o serán inteligentemente reutilizadas. Se dice que una parte del Parque Olímpico se transformará en centro deportivo de alto rendimiento, mientras que el 40% del predio se destinará a viviendas y fines comerciales.
La ciudad, es cierto, ganó en obras públicas que quedarán como beneficio para sus habitantes, pero el costo ha sido exorbitante. Renació la zona portuaria, que lucía abandonada y en decadencia, y Barra de Tijuca fue foco de un cambio muy positivo en infraestructura. También se revalorizó el centro urbano, se construyó una nueva línea de subterráneo y gracias al sistema de transporte colectivo BRT se acortó en más de una hora el trayecto entre el centro y Barra.
Con inversiones mucho más claras también se benefició la planta hotelera, que vio llegar cerca de 30 mil habitaciones de la mano de prestigiosos grupos globales, como Hilton, Hyatt, Trump y Blue Tree. La firma francesa Accor, entretanto, hizo en Río las mayores inversiones de todo su portfolio.
Una cara bien oscura de Rio 2016 la aporta el especialista estadounidense en economía deportiva Andrew Zimbalist, quien asegura que sobre un gasto total de US$ 20 mil millones sólo habrá un retorno de US$ 4.500 millones. Sin embargo, reconoce que en Brasil las inversiones desmesurados no han sido una excepción. Para las competencias de invierno Sochi 2014, Rusia gastó US$ 50 mil millones y sólo recuperó US$ 2.500.
Zimbalist también dispara contra el comité organizador, al que califica como un "monopolio internacional" que maneja la elección de las sedes en base a la prodigalidad y pone en duda el sentido de orgullo que crea el evento entre los pobladores locales. "Dura varias semanas, varios meses, pero luego se va", sostiene.
"Échale la culpa a Río" fue una la graciosa comedia encabezada por Michael Caine en los años 80. Un título que, por todo lo que se sabe, bien podría replicarse en estos juegos.
FUENTE: rio-2016-un-desastre-de-dimensiones-olimpicas
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