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Molinos y gigantes

Desde el 24 de enero de 1997 las puertas de la confitería Del Molino permanecen cerradas. Y desde entonces, el majestuoso edificio -exponente del Art Nouveau y vanguardia de la Belle Epoque- quedó en el abandono.
Hoy, apenas subsisten los recuerdos de su época de esplendor, cuando en sus mesas era frecuente ver reunidos a personajes del mundo del arte, la filosofía y la política, tales como Oliverio Girondo, Roberto Arlt, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Aníbal Troilo, Tita Merello, Carlos Gardel, Irineo Leguizamo, Eva Perón, Alfredo Palacios, Niní Marshall y Libertad Lamarque, entre otros.
Por tal motivo, el martes 11 de mayo los vecinos de la confitería hicieron su reclamo: tomaron el té en la vereda vallada de lo que fue la confitería, con el fin de que el gobierno porteño recupere el edificio -que data de 1917- y su brillo.
La convocatoria fue realizada por la organización Basta de Demoler, "con el deseo de que este edificio patrimonial, que abrió sus puertas en el Centenario de la Revolución de Mayo, lo vuelva a hacer en el Bicentenario".
"Demoler y dejar caer son sinónimos. No hace falta venir con una topadora, sino dejar todo como está para que la confitería Del Molino se termine de derrumbar", manifestó Juan Manuel Martorell, integrante de Basta de Demoler.
Además, se difundieron detalles sobre un proyecto de ley que se encuentra en estudio en la Legislatura. La iniciativa, del legislador Eduardo Epszteyn, prevé que el gobierno de la Ciudad "proceda a la restauración y puesta en valor de la totalidad de la fachada y las terrazas, incluyendo la cúpula".
Otro proyecto, perteneciente a los diputados radicales Claudio Presman y Rubén Campos, propone crear un centro cultural y un museo de la democracia.
Cabe recordar que la historia de la confitería se remonta a principios del siglo XX, cuando Cayetano Brenna -un italiano residente en Buenos Aires- mandó traer de Europa puertas, ventanas, mármoles, manijones de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 m2 de vitraux para construir el que fue, en su tiempo, uno de los edificios más altos de la ciudad.
Entre las célebres exquisiteces de la confitería se destacaban el merengue, el panettone de castañas, el marrón glacé y el imperial ruso.

FUENTE: molinos-y-gigantes

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