Con todo el respeto que se merece el recuerdo de esa grande del cancionero popular que fue María Elena Walsh, permítaseme apropiar por un instante de uno de sus tantos conocidos versos para resumir de manera gráfica y "cruel" lo que ocurre hoy con el turismo en Argentina.
Durante el último decenio el país protagonizó un proceso de crecimiento del negocio como no había conocido antes. De los 2,6 millones de turistas que recibió en 2001, llegó a 5,7 millones en 2011, superando incluso a Brasil, el gigante de la región.
Luego de la crisis que se desatara a fines de 2001 y comienzos de 2002 (producto de una combinación de factores que incluyeron la recesión que se había instalado ya en 1999), la ineptitud para salir del cepo del 1 a 1 y la incapacidad de los políticos para adelantarse a la realidad que les explotó en las manos, el turismo se irguió rápidamente -antes que cualquier otro sector de la actividad económica del país- para mostrar que una Argentina distinta era posible.
Era el tiempo de la desazón, del desencanto, de la incertidumbre y la pérdida de esperanza. Muchos decidieron partir, otros soportaron una de las navidades y veranos más infames que se puedan recordar. Pero llegó Semana Santa de 2002 y la gente dijo basta; salió de sus casas y produjo el primer movimiento turístico de importancia, demostrando no solo que la capacidad de recrearse y luchar por una vida mejor seguía intacta en el alma de los habitantes del país, sino que la industria turística no había claudicado y estaba allí, de pie, lista para prestar servicio.
Los argentinos se animaron a volver a viajar y el mundo nos redescubrió. Nuestros vecinos de la región pudieron volver a visitarnos; el 1 a 1 fue un cepo que les impidió hacerlo por mucho tiempo, la Argentina se había vuelto endemoniadamente cara y se convirtió para aquellos en una barrera infranqueable. Norteamericanos y europeos volvieron a convertir en moda a Buenos Aires y otros destinos del país. La tierra del tango, Maradona, el malbec y Messi se convirtió en un must imperdible, y en un destino aspiracional. Y se volvió costumbre que Buenos Aires aparezca todos los años señalada como uno de los grandes destinos del mundo en reconocidos medios internacionales, como Condé Nast y Travel & Leisure. Algo impensable, sueño de todos los destinos del mundo, posible merced a las capacidades de un país que tiene en sus individuos, sus recursos, su cultura y su pasado una fuente inagotable de oportunidades que, de tanto en tanto, puede desarrollar y exhibir a los ojos del mundo, reivindicando para sí algo que le es propio: su tremenda capacidad de hacer.
Pero, ¿qué paso? De ese reciente próspero período de bonanza y prosperidad nos encontramos ahora, de repente, y casi sin darnos cuenta, en casi un abrir y cerrar de ojos, viviendo una situación que comienza a ser muy preocupante para la industria del turismo en Argentina.
El liderazgo en el crecimiento de arribos de turistas a la región ya no existe; otros países han tomado la posta, continuando un proceso que no han interrumpido a pesar de la crisis europea, y a pesar de "que el mundo se cae a pedazos".
Países como Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Paraguay y Venezuela continúan creciendo en el orden del 11% al 22%, según cifras a agosto de 2012, contra el 1% de Argentina y la estrepitosa caída en un 6% de Uruguay, a merced de las políticas implementadas por el país de su vecina orilla.
El alza de precios provocada por una inflación que no existe, al igual que el cepo al dólar, que tampoco existe, se han convertido en un cóctel explosivo para el turismo interno y el receptivo, provocando la peor de las medidas que un gobierno nacional pueda pretender implementar, cual es la promoción de los destinos extranjeros por sobre los destinos del país.
El subsidio que se otorga a través de la obligación de liquidar las divisas al cambio que arbitrariamente fija el gobierno nacional (para hacerse de divisas baratas y pagar sus compromisos internacionales) se ha convertido en un aliciente estimulador para que los argentinos viajen al exterior utilizando los beneficios de hacerlo con un cambio que oscila entre $ 4,70 y $ 5,50, según los servicios y compras sean pagados en el país (al cambio oficial) o en el exterior (con el recargo del 15%). Un sistema perverso que atenta contra quienes invierten en el país, que se ven desalentados con políticas que no encuentran antecedentes sino en gobiernos que insisten en castigar como origen de los males que pretenden superar.
Por este camino no habrá futuro de crecimiento, y el panorama puede incluso llegar a complicarse más. Basta con recordar este viraje desde aquel camino de crecimiento y liderazgo, al estancamiento y empobrecimiento que se ha producido tan solo en los últimos diez u once meses. Por este camino, el futuro del negocio y el panorama del próximo 2013 no resultan venturosos.
Con solo abordar seriamente el problema de la inflación, desterrar el cepo al dólar dejando de "incautar" las divisas que producen los privados y el gobierno aprovecha, y dando algunas señales claras de que se está dispuesto a reinsertarse en el contexto internacional de las naciones, el turismo está listo para demostrar que el camino del último decenio es solo una muestra de lo que es capaz de dar y hacer por el país.
Una meta de 10 millones de turistas es un objetivo lograble, que debe ser parte de una política de Estado y que no pareciera existir con relación al sector.
"Me dijeron que en el Reino del revés nadie baila con los pies, que un ladrón es vigilante y otro es juez, y que dos y dos son tres".
¡Salute María Elena!
FUENTE: por-este-camino-no-habra-futuro-de-crecimiento-y-el-panorama-puede-incluso-llegar-a-complicarse-mas
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