Mientras empresas como American Express, MasterCard, Netflix, Coca-Cola, GAT, Delta, American Airlines, entre otras, generan alta pirotecnia comunicacional acerca de cuándo desembarcarán en Cuba, el gigante de la denominada “economía colaborativa” parece haberles madrugado. Sí, claro, se trata de Airbnb.
Airbnb no descansa, menos duerme. En su plataforma ya se pueden encontrar más de 1.000 casas en las cuales se pueden disfrutar de unas soleadas vacaciones en la isla caribeña.
Según los analistas de viajes más experimentados, el verano que está iniciando tendrá a Cuba como el destino top para gran parte de los estadounidenses que, como es de conocimiento, privilegian y mucho los viajes dentro de su propio país.
Entre otras preguntas el imaginario se interroga: ¿Cómo está haciendo Airbnb para estar operando en un país casi sin comercio electrónico? Una nación cuya economía funciona mayoritariamente con cash y donde solo el 5% de la población se conecta diariamente a Internet. Una Cuba donde la banda ancha no existe y los móviles deben adorar algún dios para lograr efectividad en la comunicación. Recordemos, además, que hasta 2008 un ciudadano común tenía entre prohibido y restringido comprar una PC.
AIRBNB LO HIZO.
Debe recordarse que Airbnb nació en 2008 y la génesis de su negocio deviene de valerse de prestaciones en Internet para eliminar al intermediario en cualquier transacción entre inquilinos y propietarios, entre oferta y demanda.
En el caso de Cuba pareciera que Airbnb está dispuesto para ganar la parada a resucitar temporalmente la figura del intermediario.
En tiempo récord ha logrado almacenar la oferta de casas particulares que desde los ‘90 ya estaban a disposición para alquiler en Cuba.
Hasta la fecha del anuncio oficial del desbloqueo de las relaciones comerciales –aunque cueste creerlo– Airbnb ha bloqueado a quienes desde Cuba intentaban ofrecer en su propia plataforma.
Seguidamente, modificó temporalmente su estrategia y colocó gente a recorrer la isla para identificar personas que tuvieran capacidad para gestionar las casas identificadas y en oferta para alquiler vacacional. Los entrenaron de manera integral en el negocio, es decir, en conocer y en cómo emplear aquellos secretos que ayudan a potenciar las ventas a través de Internet.
Así que Airbnb cuya finalidad –si bien no explicitada– era y es lograr la desaparición de los intermediarios, en el caso de Cuba los resucitó. En la actualidad si busca oferta de Cuba en Airbnb se hallará unas mil propiedades. La paradoja es que las mismas están concentradas en poquísimas personas. ¿Cuál ha sido la ventaja de estos afortunados seleccionados? Una sola: tienen Internet.
Recientemente, por razones profesionales estuve en Croacia, en sitios espectaculares por su riqueza patrimonial, por su calidad paisajística, por el nivel y diversidad de sus vinos y esencialmente por su gente. La sorpresa es que tanto en Split como en Roving, los carteles azules de Airbnb formen parte del paisaje en numerosas viviendas privadas.
Con seguridad, por su fragmentación –entre otros aspectos– a la hotelería formal esta batalla le resulta desigual por todo concepto. La posición en modo alguno es prohibir la actividad de estos gigantes de la economía de costo cero, sino que se trata de establecer reglas semejantes y de cumplimiento para todos. Se debe, debemos, hacer algo de manera urgente. Pero tenemos que admitir que solo desde la actividad privada, sin la presencia del Estado, será muy difícil encontrar soluciones globales y consensuadas.
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