“La empresa (Boeing) necesita restaurar su reputación como empresa centrada directamente en seguridad y calidad como William Boeing, el fundador, imaginó y exigió. Al prestar atención a las horribles lecciones de los accidentes del MAX, Boeing puede y debe tomar medidas importantes para crear y mantener una cultura de seguridad completa y franca”, explica el Informe Final sobre la Crisis del Max que elaboró un Comité del Congreso Estadounidense que investigó el tema a fondo y recabó docenas de testimonios. “Esto ayudaría a revitalizar la moral de sus trabajadores y la confianza del público en que Boeing está en camino hacia la recuperación derivada de las fallas que han sido expuestas como resultado de las caídas de MAX”, agrega el texto.
El comité presentó el texto en una rueda de prensa que encabezaron sus autores, el director del Comité de Transporte e Infraestructura, Peter Defazio; y el director del Subcomité de Aviación, Rick Larsen. En otro pasaje del trabajo, los congresistas afirman que “Boeing no parece haber aceptado completamente las lecciones de los accidentes del MAX y no asumió la responsabilidad de los errores de diseño. Sin ese reconocimiento, es difícil creer que Boeing pueda realizar los cambios necesarios para mejorar su cultura de seguridad”.
Silencio y complicidad
“Como ha demostrado la investigación del Comité, Boeing sabía esto porque tenía datos de prueba internos que había adquirido ya en noviembre de 2012, respecto de que su propio piloto de prueba tardó más de 10 segundos en responder a la activación MCAS no ordenada durante un escenario de prueba en un simulador de vuelo, una condición que resultó ser "catastrófica [.]" para el piloto”, acusa el texto. “Boeing se dio cuenta claramente de la importancia del retraso en la respuesta a la activación del MCAS, porque describió este resultado de prueba ‘catastrófico’ en seis hojas de coordinación sobre MCAS que se completaron de 2015 a 2018”, agrega el documento. En este punto vale recordar que el accidente del B-737MAX de Lion Air, se produjo el 29 de octubre de 2018, y el de Etiophian Airlines, el 10 de marzo de 2019.
Los problemas con la FAA
La Administración Federal de Aviación (FAA) se vio puesta en tela de juicio por haber avalado al MAX con su certificación. En la investigación surgió como elemento polémico, con un claro conflicto de intereses el programa de Representantes Autorizados (AR). En términos sencillos, estos agentes técnicos eran cuadros calificados de la propia Boeing pero que a su vez fungían como representantes y certificadores de la FAA. El informe asegura que el planteo “crea conflictos de intereses inherentes y con demasiada frecuencia, lo que impide que los AR representen de manera consistente los intereses de la FAA. Intereses corporativos de Boeing a menudo influyen en las acciones de los AR y presentan barreras para mejorar la seguridad operacional de la aviación en beneficio del público volador”. “En noviembre de 2016, en el apogeo del proceso de desarrollo del B-737MAX, Boeing llevó a cabo una encuesta interna entre sus AR con respecto a la ‘presión indebida’. Los resultados mostraron que el 97% de los encuestados dijeron que entendían el proceso para denunciar ‘presión indebida’ y el 90% se sintió cómodo planteando cuestiones de ‘presión indebida’ a su dirección. En la encuesta, por ejemplo, el 39% de los que respondieron dijeron que habían experimentado ‘presión indebida’ y el 29% dijo estar ‘preocupados por las consecuencias’ si denunciaban actos de ‘presión indebida’. Además, el 80% de los que dijeron haber experimentado una presión indebida, confirmaron haberla experimentado en más de una ocasión”, agrega el documento.
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