A fines de junio tuve la dicha de visitar nuevamente Río de Janeiro, una de las que considero "mis ciudades en el mundo". En esta ocasión, además de su típica e irreverente belleza, me brindó la posibilidad de vivir una nueva y gran experiencia, relacionada con su alta gastronomía.
Fui invitada por el Instituto Brasileño de Turismo (Embratur) para cenar en el restaurante Roberta Sudbrack, que lleva el nombre de su propietaria, una de las mejores chefs de Brasil. El establecimiento es uno de los dos más exclusivos de Río de Janeiro y uno de los más destacados del país. Además, el año pasado fue incluido por la revista inglesa Restaurant entre los "top 100 del planeta.
ESTILO SUDBRACK.
Sudbrack comenzó a ser reconocida luego de ser contratada como chef en el Palacio da Alvorada, residencia oficial del presidente de Brasil, durante el mandato de Fernando Henrique Cardoso.
Dueña de una imaginación infinita y una técnica meticulosa, marca un estilo propio y diferenciado en sus creaciones, rescatando ingredientes brasileños poco valorizados para emplearlos de una manera sofisticada.
En sus platos pretende rescatar los sabores naturales de los alimentos, motivo por el cual los presenta ligeros, llenos de texturas, aromas y sutil presentación.
Para lograrlo es sumamente exigente, tanto en el rigor técnico que requiere el trabajo dentro de la cocina como en el momento de la selección de las materias primas. En ese sentido, considera principalmente la frescura de los productos según cada estación, el sabor y su origen brasileño.
SUDBRACK EN RIO.
En 2005 Sudbrack abrió su propio restaurante en Río de Janeiro. Allí marcó una evolución del concepto de restaurante. Sucede que la oferta del establecimiento va más allá de la comida de autor: se trata de una experiencia multisensorial en la que se entrelazan el sabor, los aromas, la estética y la cultura nacional.
El restaurante se emplaza en lo que fuera una bonita residencia privada del barrio Jardín Botánico.
Las mesas son pocas -tiene capacidad para 62 cubiertos-, por lo que se sugiere hacer reservas con, al menos, un mes de antelación.
Sudbrack logró espacios íntimos en la casa, siempre con un toque personal y mucha exclusividad, características más que apreciadas por las celebridades que noche a noche pasan por allí. Para ellos y para todos los comensales hay servicio de valet parking y la puerta de entrada permanece cerrada con llave para mayor privacidad y seguridad.
El restaurante cuenta con dos salones. En la planta baja, el Espacio Sur dispone de tres espacios, en distintos niveles pero integrados. Mientras que en el primer piso la propuesta es una mesa única para 18 comensales, con un estilo muy particular y el blanco dominando la escena. Desde allí los comensales pueden ver cómo se preparan los platos, ya que la cocina está a la vista, impecable, como un laboratorio.
EXPERIENCIA SUDBRACK.
El personal del restaurante es sumamente atento. Se presenta sonriente, acompaña a los comensales hasta su mesa y explica la modalidad de Roberta Sudbrack que, como parte de la experiencia única, tiene una peculiaridad: el menú nunca se repite.
A la hora de elegir entre las tentadoras propuestas, se puede optar entre tres alternativas: degustar los nueve platos de la carta (R$ 270), cinco platos (R$ 220) o tres platos (R$ 160).
En tanto, la carta de vinos tiene la impronta del sommelier y director de cine Jonathan Nossiter, quien destaca etiquetas especiales de pequeños vinicultores brasileños e internacionales. Además, la casa posee una selección de cervezas de cuidada fabricación artesanal.
Otra particularidad del establecimiento es que solo se puede abonar en efectivo o con tarjeta MasterCard.
Mi experiencia Sudbrack fue la del sábado 30 de junio, y opté por la degustación completa del menú, que fue servido en diversos tipos de platos, con formas y tamaños llamativos (nunca había visto similares), al igual que la presentación de los alimentos.
La degustación comenzó con los "amuses", cuya traducción sería algo así como "diversión de boca": pan, manteca, profiteroles de queso y salame artesanal. Todo para comer con la mano.
Luego comenzó el desfile de platos, listos para ser explorados: "Pele de milho, sementes de figo e foie gras" (piel de maíz, semillas de higo y foie gras); "Burrata, filé de tomate marinado, brotos e ervas" (burrata, solomillo de tomate marinado, brotes y hierbas), "Palmito bebe, paseata de tomate e basilico" (palmito bebe, passata de tomate y albahaca), "Ceviche de lagosta e caviar vegetal" (ceviche de langosta y caviar de quiabo), "Cherne em compota de milho e canjica" (cherne en compota de maíz y canjica -dulce típico de la cocina brasileña-), "Raviolis de cará e piracuí" (ravioles de cará -un tubérculo¬- y harina de pescado), "Queixada assada em baixa temperatura caseira" (queixada -un cerdo salvaje- asado en baja temperatura), "Praline de farina d'agua" (praliné de harina de agua), "Queijo" (tabla de quesos), "Chocolate, farina de mandioca e cacau" (chocolate, harina de mandioca y cacao) y "Compota de cereja, pele de leite e farina de rapadura" (compota de cereza, piel de leche y harina de rapadura).
Las raciones son pequeñas, de modo que nueve platos no resultaron un exceso. Eso sí, nada de apuros en este restaurante: la cena, sin pausa pero sin prisa, duró alrededor de tres horas y media.
Definitivamente, en Roberta Sudbrack se logra el propósito. Porque, tal como la chef asevera, se respeta y conoce cada ingrediente: "Hay que dignificar al máximo su existencia y, de esa manera, definir nuestro estilo de presentación al público. Porque al final el que tiene que aparecer es el plato, no el chef".
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