La idea de celebrar un cumpleaños en un resort 5 estrellas no se nos cruzan ni a usted ni a mí por la cabeza cualquier jueves de sobremesa, ¿verdad? Pero este año todo confluyó y el Four Seasons Carmelo me envió la invitación para conocer la propiedad en los días previos a mi cumple. ¿Qué mejor noticia?
Una vez más, empezaría ese día como siempre lo deseo: en Uruguay, al aire libre, con rica comida y este año, además, disfrutando las bondades de este singular resort. El resultado es que un fin de semana allí aliviana el peso de cumplir treintitantos o cualquier otro mal que nos aqueje.
Desde el primer contacto, la buena voluntad y el profesionalismo del equipo de Four Seasons estuvo de manifiesto. Se acordaron fechas, pasajes y horarios. Y allí estábamos navegando el Río de la Plata para llegar a Carmelo, apenas pasado el mediodía. Luego de atravesar la ciudad, cruzar bodegas y calles arboladas llegamos a la propiedad ubicada en un aromático bosque de eucaliptos.
El complejo ofrece 20 búngalos, 6 de ellos con vista al río, y 24 lujosas suites de dos niveles. Después de una cálida recepción, limonada en mano, recorrimos las principales instalaciones del complejo, que exhiben una decoración con impronta asiática, donde conviven en perfecta armonía la madera, los tejidos, las lámparas, las obras de arte y algunos elementos de marcado carácter local.
LA BIENVENIDA.
La primera grata sorpresa la tuvimos cuando ingresamos a la habitación asignada. Allí nos esperaba una cómoda suite de dos plantas con vista al río, terraza privada, un living decorado con tapices y tejidos de Uruguay, y muebles de alta calidad con predominio de materiales nobles como la madera y el cuero.
EL PRIMER REGALO.
Una vez instalados, nos resultó grato recibir una invitación para conocer el spa. Sin dudarlo, nos anunciamos en la recepción, donde nos agasajaron con infusiones naturales y frutos secos. Durante la visita, tuvimos la oportunidad de conocer las propuestas de este espacio donde también prevalecen el estilo asiático y los aromas naturales.
Tratamientos faciales, corporales, masajes con piedras calientes y terapias que utilizan las propiedades del vino tannat, la cepa uruguaya por excelencia, son algunas de las opciones que los huéspedes tienen a disposición. La visita finalizó con una relajante sesión de masajes en pareja, que incluyó aromaterapia y reflexología.
DISFRUTAR AL AIRE LIBRE.
Durante la tarde nos dedicamos a la lectura al aire libre, cómodamente echados en las reposeras junto a la gran piscina y su enorme cascada. Allí dejamos correr la tarde sin perturbaciones. Ni siquiera fue necesario desplazarnos hasta nuestra suite, ya que en los alrededores del solario unos discretos dispensers de protector solar nos facilitaron el pequeño olvido. Una vez más, comprobamos que en el Four Seasons contemplan hasta el más mínimo detalle para que la estadía sea impecable.
COMER RICO.
La gastronomía también formó parte de esta experiencia cinco estrellas. Comenzando por el desayuno, que incluye lácteos de calidad premium de la reconocida Finca Narbona y deliciosa pastelería artesanal; hasta las sabrosas preparaciones gourmet de Pura, el restaurante principal del resort, que realzan el sabor de la materia prima local.
Recomendamos con énfasis las láminas de salmón ahumado con ensalada de rúcula y manzanas verdes. El plato principal imperdible es el vacío "baby" rancho, acompañado con papas rellenas con verdeo, panceta y queso parmesano. A los postres, optamos por una degustación de helados caseros que coronó a la perfección esta fiesta para el paladar.
Para la cena optamos por el bar-restaurant Mandara, especializado en tapas. Elegimos unos cómodos sillones al aire libre y degustamos varias preparaciones, acompañadas del exquisito blend de Finca Narbona, elaborado especialmente para Four Seasons.
La velada se alargó entre la charla y el vino, y una vez más fui sorprendida con un gesto ameno, ese que nos hace sentir tan a gusto. Sabiendo que era mi cumpleaños, los anfitriones no dudaron en acercarnos un pastel y un espumante. Entonces allí, en calma y bien acompañada comenzó un nuevo año. Miles de luciérnagas nos iluminaban desde la arboleda y parecían velitas que se encendían y se apagaban. Pocas veces tuve la sensación personal de no necesitar nada más. Ni siquiera el clásico "feliz cumpleaños", ya que sin duda era un cumpleaños muy, muy feliz.
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