No es esta la primera vez que me refiero en esta columna a Airbnb, la pesadilla de la hotelería tradicional. Y quizás no sea la última oportunidad.
Airbnb va por más: ahora con sus propios edificios
La plataforma online de alojamientos está a punto de inaugurar su primer complejo de apartamentos. Será en el área de Orlando y el proyecto, no exento de controversias, apunta a sumar este año al menos tres complejos similares en distintos destinos estadounidenses.
De un servicio de alquiler que comenzó alquilando casas y apartamentos, la controvertida plataforma se fue expandiendo hacia nuevos horizontes que incluyen “experiencias” con residentes locales, reservas en restaurantes y, la última novedad, desarrollos inmobiliarios.
Así, alzando aún más la vara de esta modalidad de alojamiento turístico, Airbnb se asoció con la empresa de economía colaborativa Niido para, junto con la firma de bienes raíces Newgard Development Group de Miami, lanzar el primer complejo de apartamentos que llevará su marca.
Situado en Kissimmee, a un paso de los famosos parques temáticos de Orlando, se trata de un edificio de 324 unidades que dará a sus propietarios la oportunidad de alquilarlos por hasta 180 días al año. El proyecto, próximo a inaugurarse y denominado “Niido Powered by Airbnb”, es la punta de lanza de una ambiciosa iniciativa que, motorizada por US$ 200 millones, busca abrir varios inmuebles más a lo ancho de la Unión. Al menos cuatro antes de fin de año.
Según se informó, cada complejo tendrá un “master host” que se encargará de los aspectos de check-in y de limpieza, en tanto que los diseños incluirán espacios comunes con amenidades, ingreso “keyless” (sin llave física) y con una app que permitirá solicitar servicios remotos, especialmente comidas.
Como era de esperarse, las voces en contra no se hicieron esperar. Una fue la de Carol Dover, presidenta y CEO de la Asociación de Restaurantes y Alojamientos de Florida, quien tras remarcar todas las obligaciones que tienen los establecimientos tradicionales –registros, impuestos, seguros, etc.–, dijo que se expone a “viajeros y residentes a riesgos insensatos para obtener ventajas injustas en el mercado”.
Para la ofuscada ejecutiva, se trata de “hoteles de facto y de puerta giratoria” sin regulaciones ni obligaciones fiscales. “Nuestros legisladores, sostuvo, deben tomarse en serio esta tendencia nueva y creciente, y es su deber controlar a quienes operan fuera de la ley.”
Airbnb se defiende diciendo que se trata de una propuesta complementaria que impulsa la economía de Florida aportando visitantes que no tienen la capacidad económica para alojarse en hoteles. Según asegura, en 2017 la cantidad de personas que eligieron esa forma de alojarse creció un 75%, aportando un promedio de US$ 6.700 anuales a cerca de 40.000 propietarios.
En algunos condados del estado, como Dale (Miami) y Broward (Ft. Lauderdale), la plataforma acordó el pago de impuestos. Pero no en Osceola (Orlando), donde el año pasado recaudó US$ 39,6 millones.
Airbnb llegó sin dudas para quedarse. La cuestión es que lo haga jugando limpio, aportando negocios y sin afectar a nadie.
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