Cada cuatro años, deporte y turismo se amalgaman como nunca, atrayendo el interés del mundo entero. Estoy hablando, claro está, de la Copa Mundial FIFA, cuya última edición concluyó en Rusia el 14 de julio tras un electrizante juego final entre Francia y Croacia.
Copa Mundial Rusia 2018: la danza de los millones
El 14 de julio cayó el telón sobre el evento deportivo más importante del planeta. La Copa Mundial FIFA Rusia 2018 ya es historia y, más allá de los resultados futbolísticos, el país sede apunta a mejorar su imagen turística.
Según cifras oficiales, la organización del certamen demandó una inversión de € 10 mil millones que se tradujeron en ganancias por € 11 millones. La cifra puede parecer exigua, pero no lo es tanto si se considera que los dos Mundiales anteriores arrojaron cuantiosas pérdidas.
En Sudáfrica 2010 se invirtieron cerca de US$ 4 mil millones y entre lo que percibió el gobierno, los ingresos publicitarios y otros beneficios, el balance indicó un rojo de US$ 3 mil millones. Se esperaban unos 400 mil arribos internacionales; sólo llegaron 100 mil.
En Brasil 2014 las cosas fueron peor, con investigaciones por corrupción, sobreprecios y lavado de dinero de por medio. La inversión fue de US$ 13.600 millones y las pérdidas orillaron los US$ 4 mil millones. Además, quedaron varias obras sin completar que aún ahora siguen en estado de abandono.
Rusia esperaba recibir más de 700 mil visitantes, cifra que superó por escaso margen, aunque bastante inferior a los cerca de dos millones de arribos que registraron los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, en 2014.
Para organizar la Copa, el país sede tuvo que construir seis estadios y remodelar otros seis, trabajos que se llevaron la mayor parte de los gastos. Pero a diferencia de Sudáfrica, donde la mayoría de los recintos quedaron en desuso, aquí –aseguran– se les dará un aprovechamiento integral.
Desde el gobierno se habla de cierto “punto de equilibrio”. Para el presidente, Vladimir Putin, “el Mundial demostró que el país es hospitalario con quienes lo visitan”, en tanto que para el primer ministro, Dmitri Medvedev, “varias empresas de turismo de primer nivel decidieron volver a poner sus ojos en Rusia”.
Este es, ciertamente, el rédito extra de la Copa, una gran vitrina promocional que beneficia holgadamente a la industria turística del país sede. Son 30 días de competencias seguidas por televisión por unas 3.200 millones de espectadores en todos los rincones del globo y miles de artículos periodísticos publicados en diarios, revistas, redes sociales, etc. exhibiendo, además de los juegos, características de los destinos y sus gentes. Un impacto imposible de calcular a nivel económico, pero sin dudas cuantioso.
Y también está claro que el Mundial es para la FIFA un negocio colosal alimentado por dos fuentes principales: la venta de los derechos televisivos y los patrocinios. Miles de millones de dólares para sus arcas.
Ahora, mientras Rusia espera crecer turísticamente, el pequeño y rico emirato de Qatar va preparándose. Será la sede del Mundial 2022.
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